Umihara Kawase

Qué bonita es la pesca. Comprar unos cuantos cebos, atarlos a la caña y relajarte escuchando el tranquilo sonido del agua, mientras piensas en tu vida o meditas sobre el verdadero significado de la palabra edulcorante. Un deporte sin riesgo alguno donde la paciencia tiene una importancia clave, en ocasiones más aún que la habilidad, la técnica o los años de experiencia del supuesto pescador. O al menos, eso creía antes de jugar a Umihara Kawase.

En 1994, y para la plataforma Super Famicom (la Super Nintendo de toda la vida, vamos), empezó lo que sería en un futuro el primero de los juegos de la saga Umihara Kawase, unos títulos de plataformas con unos gráficos muy sencillos y un control para nada simplista, capaz de viciar a cualquier jugador durante horas gracias a su viciante sistema de juego.

Su premisa es algo muy simple, tan simple que su argumento no tiene sentido alguno, y que sin imágenes que acompañen su explicación, parecería sacada del sinsentido más absoluto. Justo ya al empezar a jugar, controlamos a una simpática chica llamada de la misma manera que el propio juego, y armada con una caña de pescar extensible, pescará todo tipo de animales marinos que se encuentran en su camino, mientras se abre paso por útiles escolares y verduras gigantes.

En un principio, y según lo descrito anteriormente, parece que estemos hablando del típico juego japonés de pesca, como si se tratase de una especie de Duckhunt versión acuática y orientado a un público amante de las cañas y los anzuelos, padres aburridos y mayores de edad. Pero gracias a Dios, no es así.

Idea de Umihara Kawase

Para nada. En absoluto. Mejor aún, es justamente lo contrario, porque la aburrida caña que parecía diseñada para pescar aburridos peces, también tiene otras funciones, como por ejemplo agarrarse a paredes y proporcionar a Umihara todo tipo de sistemas de transporte, desde lianas hasta catapultas, y lo que pensábamos que eran peces, resultan ser criaturas acuáticas enormes que no dudarán en violar nuestro trasero de mil maneras posibles.

Pero ¡eh! Los podemos pescar igual.

Umihara realmente. Click aquí para verlo en todo su esplendor.

¿Alguna vez habéis jugado a Worms? Los que lo hayáis hecho en algún momento de vuestra vida, recordaréis sin duda alguna la cuerda. Sí, esa herramienta estúpidamente divertida que sólo servía para posicionar a nuestro gusanito y así obtener un mejor ángulo con el que poder masacrar a nuestros enemigos. Algo esencialmente inútil pero con una importancia enorme en los jugadores expertos, capaces de llegar a lejanos lugares en tan solo un turno.

Pero lo más destacable de la cuerda no era su importancia en el juego, sino su elevadísima capacidad para divertir. Era tan gracioso dar vueltas con tu gusanito que no era extraño ver pantallas especialmente diseñadas para hacer carreras con ella, o malgastar turnos intentando llegar a sitios insospechados, asombrando a tus amigos, o cayendo tristemente al agua mediante maniobras de dudosa habilidad, para luego sufrir el inevitable castigo de escuchar las carcajadas de los mismos.

Umihara Kawase es un juego con exactamente la misma jugabilidad, pero centrado precisamente en llegar a zonas determinadas, en forma de puertas que harán que nuestra protagonista avance a los siguientes niveles. El objetivo, a diferencia de Worms, no es aniquilar, aunque sí podremos pescar todo aquel bicho marino que se nos ponga por delante y nos mire mal, pero esto es totalmente secundario y sólo servirá para subir nuestra puntuación y quitar al susodicho de nuestro camino.

Si hay algo que defina especialmente a Umihara, es su dificultad, y es que es un juego extremadamente difícil, y por muy simple que lo veamos por encima, en realidad su jugabilidad es altamente compleja, con muchos y variados trucos para movernos con nuestra querida caña, desde métodos para principiantes, como el pulling, el swinging, o el bungie jumping, hasta otros tan complejos como el backsling, el climb hop o el rocket jump (la tan famosa catapulta).

Pulling

Swinging

Bungie

A medida que juguemos, iremos desarrollando todas estas técnicas, que nos irán enseñando a base de sencillos tutoriales visuales, dejando mucho espacio al jugador para elaborar su propio estilo. Obviamente, las más complejas las tendremos que aprender enteramente a base de práctica y práctica, pero la sensación de aprendizaje es tan gratificante que compensa con creces las horas invertidas. A medida que juguemos, iremos viendo como cada vez nos movemos mejor por todo el mapeado, hasta el punto de movernos como peces en el agua por los niveles. Nunca mejor dicho.

Pero no todo es tan bonito como lo pintan, y Umihara no es un juego tan simpático como para ofrecernos todas sus posibilidades a aquellos que sepamos movernos como queramos dentro del juego. No contento con ofrecernos plataformas capaces de sacarnos de quicio, nos hace la zancadilla y nos escupe en la cara, proporcionándonos retos capaces de sacar de quicio al más calmado de los jugadores, con obstáculos tan puñeteros como el constante respawn de los enemigos, capaces de aparecer delante de nuestras narices y encaminarnos hasta el más violento de los Game Overs.

Y por si fuera poco, su sistema de niveles. Veréis, el simpático juego cuenta con más de cincuenta pantallas, y sólo nos da la friolera cantidad de diez vidas para llegar a los créditos. De principio a fin, sin checkpoints, sin puntos de guardado, sin nada. Nuestro único aliado será nuestra propia gestión, al no ser totalmente obligatorio pasar por cada uno de ellos. Si alguna vez habéis jugado a Atlantis No Nazo, sabréis a lo que me refiero.

Cada nivel nos proporciona una o más salidas, y dependiendo de cuál escojamos, llegaremos a un nivel u otro, y con ello, podremos avanzar tanto hacia adelante como hacia atrás, aunque estos casos se puedan contar con las manos. Con una buena gestión de niveles y puertas, es posible acabar el juego en apenas diez niveles, pero el reto obviamente está en llegar a todos los finales, o lo que es lo mismo, llegar a completar los cuatro niveles que dan lugar a los créditos, cada uno con su ruta determinada y de distinta dificultad.

Los hombres de verdad llegan hasta la 57 por la ruta en negrita, los gallinas como yo hasta la 55.

Por el camino, y para que el juego no se convierta en el infierno encarnado en videojuego, tendremos la posibilidad de gozar de su banda sonora. Y digo gozar porque realmente merece ser escuchada, y si tuviera que elegir alguna, seguramente me quedaría con Kawanabe Theme, la típica, pero todas están exageradamente bien, de la primera a la última. Una banda sonora simpatiquísima que nunca me cansaría de oír, la verdad. Os animo a que la escuchéis entera aunque no vayáis a jugar nunca, mediante este enlace. Yo en ocasiones lo hago y siempre acaba sacándome una sonrisa.

Umihara Kawase cuenta con muchas versiones para distintas consolas, desde SNES hasta DS, siendo tan abstracto como viciante, y si os gustan los juegos de plataformeo, es uno de esos títulos que tenéis que probar si os aburrís un día, con el riesgo de no salir de casa durante meses si os cae en gracia su jugabilidad, como me pasó a mí. Días y semanas de vicio después, miraba las paredes y techos de otra forma, calculando distancias pendulares y aguantando estoicamente los sudores fríos que me atormentaban cada vez que comía pescado. Al final, acabé desarrollando una habilidad con la caña extraordinaria, pero que tristemente no bastaba para completar el 70% de juego restante. Porque ese es el único punto negativo de Umihara Kawase. Que tu habilidad nunca es suficiente.